El ritual de la cremación


Los seres humanos, desde un punto de vista racional, somos conscientes de que la muerte es el final de nuestra existencia corpórea en el mundo. No obstante, nuestra mente emocional no asume esa dura realidad y, desde tiempos remotos, se ha incorporado a nuestras culturas la idea del más allá.

Algunos hallazgos arqueológicos, como los efectuados en la Sima de los Huesos por el equipo de Atapuerca, dejan constancia de que enterramos a nuestros congéneres, siguiendo un comportamiento ritual y simbólico consciente, desde hace 300.000 años. Los seres humanos, desde entonces, desarrollamos diferentes ceremoniales para despedir a nuestros muertos y para facilitarles el paso de la vida al mundo de ultratumba.

Los rituales funerarios, desde tiempos prehistóricos, suelen componerse de dos partes bien diferenciadas. El funeral del cadáver, por un lado, que es el acto en el que se simboliza el tránsito del muerto de su vida carnal a la espiritual. Y el luto de los supervivientes, por otro lado, que es el tiempo en el que los allegados al difunto se aíslan de la comunidad para reincorporarse, más tarde, con unas nuevas relaciones. El ritual de la cremación, o de la incineración del cuerpo inerte, se sitúa dentro de la fase del funeral. Hay evidencias de que se practica desde el Neolítico y, como veremos en adelante, podemos reconstruir todo el ritual crematorio a partir de los restos hallados.

Los recintos funerarios de cremación, generalmente, suelen encontrarse en las inmediaciones de los poblados a los que pertenecen. Tras su muerte, los difuntos son trasladados hasta las necrópolis, donde se prepara una pira elaborada con troncos y ramas de árbol. El cadáver, normalmente amortajado y con su ajuar, se dispone sobre ella y se cubre con otras plantas secas para favorecer la combustión.

Las principales evidencias de las que se vale la arqueología funeraria, para extraer las peculiaridades rituales de cada cultura y época, son las fuentes escritas y el registro arqueológico. Los textos, por un lado, nos ilustran del proceso seguido en los rituales crematorios de la antigüedad. Destaca, entre otros, la descripción que La Ilíada hace del proceso de cremación del cuerpo inerte de Héctor y del tratamiento que recibieron sus restos posteriormente. La arqueología, por otro lado, puede reconstruir los diferentes aspectos del desarrollo del ritual por medio de los restos encontrados.

Para finalizar, como veremos en los dos siguientes artículos, realizaremos un estudio arqueológico sistemático. Desarrollando aspectos como: la delimitación espacial de la necrópolis y  su vinculación con el asentamiento del que depende;  la localización de cauces de agua cercanos para su uso simbólico o práctico;  la ubicación, las medidas y la morfología de los quemaderos; el material usado como combustible; el tiempo de duración del proceso crematorio;  la posición del cadáver en la pira; el tratamiento final proporcionado a los huesos; el contenedor de los restos; y el ajuar o  los instrumentos rituales.


La primera fase del antiguo ritual de la cremación es la preparación de la pira en la que se va a quemar al difunto. Pero ¿cómo determinamos el combustible usado en una hoguera a partir de sus restos? La arqueología se vale de ciencias auxiliares como la antracología para el estudio de los carbones. Nos puede proporcionar una valiosa información cronológica, datando los restos por el método del radiocarbono, y tipológica, determinando las especies vegetales usadas como leña en la hoguera. Los estudios paleoambientales comparativos, por otro lado, determinan la disponibilidad de ciertos recursos en esa zona. Las conclusiones que se pueden extraer son tan dispares como la temperatura alcanzada por el fuego o el status del difunto.

¿Se puede determinar el tiempo de duración del ritual de la cremación? No es fácil de establecer, pero puede deducirse por el tamaño, la apariencia y la morfología de los restos óseos. En algunos casos se detectan cremaciones incompletas debidas, posiblemente, a factores como las condiciones meteorológicas del momento o la condición física del cadáver.

¿Cómo sabemos si una misma cultura empleó diferentes modalidades de este ritual? Lo deducimos por la evolución y la utilización de los quemaderos. Pueden darse casos en los que conviven varias formas rituales simultáneamente. Una misma cultura puede practicar simultáneamente incineraciones primarias y secundarias, e incluso puede variar el número de las cremaciones realizadas en un mismo quemadero. Se advierte fundamentalmente en el grosor de la capa de cenizas que se extrae del perfil estratigráfico. Los resultados son normalmente de tipo social.

Los enterramientos aparecen acompañados frecuentemente de ciertos materiales propios de cada cultura. En este caso, es imprescindible diferenciar la funcionalidad de los diferentes elementos encontrados, ya que puede tratarse del contenedor de los restos óseos, de los instrumentos usados durante el ritual, del ajuar funerario o, simplemente, de parte de la indumentaria o del adorno personal del difunto. La riqueza del enterramiento es un buen síntoma del estatus social del individuo, aunque no es concluyente.

Se dan casos, aunque menos frecuentes, en los que aparece el cadáver acompañado de restos de animales, sobre todo en las cremaciones prehistóricas. Los restos de fauna interesan porque ayudan a la reconstrucción de los ritos funerarios y a la detección de la estación del año en que se produjo la cremación. Asimismo, abre otros campos de investigación orientados a la extracción de información de tipo social o económico.

En el siguiente artículo, el último sobre el ritual de la cremación, analizaremos las características físicas de los restos óseos e identificaremos los caracteres físicos de los individuos a partir de sus restos cremados.

¿Qué factores del proceso crematorio determinan las características físicas de los restos óseos que encontramos? Destaca principalmente la temperatura que alcanza la pira que, entre otras cosas, depende de la cantidad y la calidad del combustible o de la vestimenta que llevara el difunto el día de la cremación. No obstante, también se debe considerar otros factores como la duración del proceso crematorio, el tratamiento que se le proporciona a los restos antes de la deposición (trituración de los huesos, etc.), el recipiente que los contiene, la cantidad de restos de carbón y cenizas de la pira, el tipo de suelo o las condiciones climáticas de la zona.

¿Cómo afectan esos factores a las características físicas de los restos óseos? Influyen, fundamentalmente, en el color y en el tamaño de las piezas. El color, por un lado, indica que los huesos más claros han alcanzado una temperatura mayor en la pira, mientras que los más oscuros una menor. Asimismo, los tonos azulados o grisáceos advierten de la conservación de restos de materia orgánica y los colores verdosos manifiestan el contacto con objetos metálicos en la tumba. El tamaño, por otro lado, puede variar desde restos microscópicos hasta piezas de varios centímetros. La aparición de piezas de tamaño homogéneo indica una posible trituración de los huesos tras la calcinación, posiblemente para hacerlos más manejables. Una vez enterrados, los huesos cremados sufren pocas alteraciones, sólo se ven afectados por posibles erosiones secundarias (clima, acidez del suelo, raíces de las plantas, etc.). Los huesos de recién nacidos o de fetos, sin embargo, son muy propensos a desmoronarse.

¿Se puede identificar si hay más de un individuo en el enterramiento? Es posible, pero es necesario disponer de una muestra importante y localizar huesos únicos y reconocibles de cada individuo. Hay otros elementos, como el ajuar, que son esclarecedores.

¿Cómo sabemos la edad o el sexo de los individuos? En primer lugar, para determinar la edad se emplea el mismo método que para los huesos no cremados, pero con una precisión menor. Los aspectos más determinantes son la erupción y el desgaste dental, las suturas craneales y la unión de las epífisis de los huesos. En segundo lugar, el sexo se identifica gracias a los caracteres sexuales secundarios. El hombre, con respecto a la mujer, tiene esencialmente un cráneo más robusto, el torus supraorbital más grueso, la glabela más prominente, un mayor procesus mastoides, la cabeza del húmero y del fémur más grande, etc. No obstante, hay un veinte por ciento de los individuos adultos cremados en los que las diferencias no son claras.
En cualquier caso, para concluir, el reconocimiento de los huesos debe ser realizado siempre por un personal  experimentado, que pueda valerse de estudios comparativos de huesos modernos.

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