Las Vacunas Eugenesicas


 Es muy importante que los que se han inyectado - “vacunado” no hay nadie pues no son vacunas- sepan que los efectos perversos de las dosis de ARNm sintético pueden aparecer a lo largo de meses e incluso años. Existe la falsa creencia de que siempre son inmediatos pero por desgracia no es así.

Esa es la perversidad del producto, igual que los matarratas, hacen efecto retardado para que el roedor no relacione el cebo envenenado con el efecto letal.

Eso engaña a las ratas, pero no debería engañar a los humanos, que se supone que somos mucho más inteligentes.

Boris Izaguirre anda de plató en plató casi presumiendo de su problema cardíaco obviando su más que probable relación con que se halla inoculado. No contempla la posibilidad o no nos lo dice, pero es bastante evidente.

No duden de que estas campañas de influyentes separando causa de efecto son financiadas. Izaguirre es guionista e inteligentísimo, y sabe perfectamente lo que hacer para sacar partido a cualquier situación adversa.

Interesante que tantos pacientes perjudicados por IATROGENIA inviertan la realidad - que han enfermado por tratamientos médicos equivocados- y potencien que la medicina “los ha salvado”.

En realidad los ha enfermado, o como mucho los ha salvado de lo que antes les provocó.

Se está convirtiendo a la sociedad en un grupo de hipocondríacos convencidos de su mala suerte, de la cual pretenden curarse aumentando las dosis, como vacunadictos poli toxicómanos, empeoran su situación buscando solucionarla.

Me recuerdan a un alumno que tenía muchos problemas de estómago, no dormía bien, estaba pálido... un día le pregunté. Estaba convencido de que lo suyo era genético y no tenía remedio. Para intentar paliarlo, por las noches tomaba leche, creyendo que era un alimento sano que le ayudaba.

Solo le dije ¿has pensado que puedes ser intolerante a la lactosa y cuanta más leche tomas peor te pones?
Puso cara de incredulidad ¡la leche es buena, todo el mundo lo sabe!
Cuando le dolía mucho el estómago por la noche aumentaba las dosis de leche.
Me costó convencerlo de que, simplemente, hiciera la prueba de estar un mes sin beber ese líquido glandular de la hembra de otra especie de mamífero que ningún otro animal adulto consume jamás.
¡Prueba hombre! le dije, no pierdes nada, si no funciona vuelves a beber pus.
Lo hizo y se acabaron sus problemas.

No soy médico ni lo pretendo, pero sé que nuestra mente nos traiciona a menudo y tratamos de curarnos de algo aumentando las dosis de lo que precisamente nos lo está provocando.

A estos vacunadictos les pasa lo mismo. Son yonquis convencidos de que la siguiente dosis lo solucionará todo, pero se sienten cada vez peor.
Los médicos patrocinados por las farmacéuticas les dicen que padecen Covid persistente, algo que no existe; lo que tienen son efectos secundarios persistentes.

Fue la misión de la imaginaria ómicron; que millones de personas la pasaran de forma leve pero quedaran convencidos para siempre de haber “pasado el Covid”. De este modo todo lo que les pase durante años no será por las inyecciones experimentales sino que será por ómicron: “claro” dicen, lo tuve.

Una vez entrados en el círculo vicioso, los polinoculados enganchados ansían la siguiente dosis milagrosa para actualizar su software genético empeorando el problema.

La prensa propagandista hace grandes esfuerzos por convencernos de que lo que tenemos es cambioclimatitis aguda, y que la bondadosa medicina (en realidad camellos con bata blanca) nos va a salvar.

El cáncer avanza como nunca antes, porque las dosis de estas inyecciones lo provocan, lo desatan y hacen rebrotar viejos tumores ya controlados.

Pero los vacunadictos se niegan a verlo porque les hace sentirse tontos por haber ido voluntariamente a meterse veneno en sus venas.

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